miércoles, 27 de febrero de 2013

Publicado en La Provincia (Las Palmas de Gran Canaria), 17 de enero de 1997.
 
MURIÓ ELOY QUINTERO, EL HOMBRE MÁS POPULAR DE EL HIERRO
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Antesdeayer, día 15 de enero, víctima de una larga y terrible enfermedad, murió en su pueblo de El Pinar, Eloy Quintero Morales, uno de los hombres más populares y queridos de El Hierro.
Quisiera decir que Eloy Quintero era mi amigo, que fue mi informante en muchos de los temas que de El Hierro he tomado como objeto de investigación, que con él recorrí aquella isla paso a paso, que él me enseñó a verla con unos ojos que yo no tenía hasta entonces, que incluso era mi pariente.
Quisiera empezar diciendo esto, si con estas expresiones de pertenencia pudiera explicar la honda pena que me ha causado su muerte. Pero sé que otros muchísimos canarios de todas las islas, no sólo de El Hierro, podrían decir lo mismo de Eloy: yo también lo conocía, él fue mi amigo, me duele su muerte, lo siento de verdad. Por eso la ausencia de Eloy la vamos a sentir tantos y tantos como algo que nos toca de cerca, como si de un familiar se tratara, de un amigo muy querido.
Eloy era chiquito, ¡pero qué gran corazón tenía! ¡Cómo en cuerpo tan pequeño cabía tanta fuerza, tanta voluntad, tanto entusiasmo, tanto saber, tanto amor a la vida! En muchas ocasiones comparé yo a Eloy con su propia isla de El Hierro, la más pequeña de todas, ¡pero con tanto misterio y lección dentro! Pocos como él la representaban mejor. Fuera de ella, decir Eloy era decir El Hierro. En una Feria de Artesanía, la caseta de El Hierro que me perdonen los demás artesanosestaba incompleta si faltaba Eloy; cuando se entraba en el recinto ferial y desde el fondo se oían unas chácaras y un pito, se sabía de fijo que era Eloy quien los tocaba; si de una manifestación folklórica se trataba, allí estaba Eloy, bailando con más estilo que nadie; si de una representación cultural, nadie había que pudiera explicar mejor que Eloy los usos y costumbres de su isla; él, que sin estudios, hablaba como un catedrático. ¿Quién no ha visto a Eloy en televisión, en cualquier programa que trate sobre la isla de El Hierro, con su bisera canela bien calada, hablar de cualquier cosa, de la artesanía de la madera, de la pesca o de la agricultura, de la manera de hablar de los herreños, de lo que fuera, que no se hubiera dicho a sí mismo «qué bien habla este hombre»?
Cuando muchos llegaban a El Hierro de visita, canarios y extranjeros de ello fui yo testigo muchas veces, preguntaban en la Oficina de Turismo por cosas varias: dónde estaba El Golfo, por dónde ir a la Ermita de los Reyes, por dónde al Sabinal, etc., pero casi invariablemente cómo llegar a la casa de Eloy. Muchos de ellos no sabían que Eloy era de El Pinar, ¡pero qué necesario era! ¿Quién de El Hierro no conocía a Eloy? Ni apellidos se requerían. Eloy se había convertido ya en una institución más de la isla de El Hierro, que había que visitar. Y al Pinar llegaban gentes y gentes anónimas, preguntando por la casa de Eloy, hasta tocar en su casa. Un pequeño letrero escrito en una tabla lo anunciaba: «Eloy y Alcira, artesanos». Taller y casa, todo junto, pequeño y humilde, casi siempre abiertos, mirando a la calle. Eloy estaba con sus cosas de madera, su mujer Cira, con el telar. Unos compraban un par de chácaras, otros una escudilla, quien prefería una pieza del telar, quien se iba sin nada. Pero nadie se marchaba sin la palabra entusiasta y amiga de Eloy, sin su conversación. A nadie preguntaba él quién era, ni hacía distingos con nadie: todos iguales en su dignidad de personas. Quienes, además, le preguntaban por algún tipo de información sobre El Hierro, encontraban siempre en Eloy la voz que sabía de esto y de lo otro, el amor por encima de todo a su isla, y la defensa apasionada que hacía de todo lo que a ella afectara. No importaba el tiempo, siempre estaba dispuesto a comunicar a los demás lo que él sabía.
Disfrutaba con ello, él lo decía, y era consciente de que sus palabras eran una fuente de información primaria.
No era nadie extraordinario Eloy, si por sus obras famosas hubiera que juzgarlo. ¿Qué de extraordinario puede hacer un hombre de pueblo, de una isla menuda, que no tiene más oficio y ocupación que la de trabajar la tierra cada día, cuidar unos animales o hacer objetos artesanales de madera? Pero Eloy tuvo que hacer de todo para sobrevivir, ante las carencias familiares e insulares. En ninguno de los oficios a los que se dedicó agachó la cabeza ni bajó los brazos; al contrario, a todos se enfrentó con entereza y provecho. ¡Qué manera tan digna de pasar por la vida!
Fuiste una persona muy importante para mí, Eloy. Lo sabías. Y lo sabe también tu mujer. Hay un grupo de profesores universitarios que te estamos muy agradecidos, Eloy. Manolo, Eladio, Carmen y yo mismo te recordaremos siempre como uno de los mejores informantes que tuvimos para la recuperación de la toponimia de tu querida isla de El Hierro. ¡Qué casualidad, te fuiste a los pocos días de Fernando, con quien compartiste y compartimos encuestas y saber! ¡Fernando y Eloy, qué pareja admirable en la que aprender los asuntos de la dignidad humana! Os fuisteis juntos, pero nos dejasteis las palabras, los nombres exactos de las cosas, los nombres de las tierras que fueron cuna y son ahora sepultura de vuestro existir. Por las palabras y por vuestras obras os recordaremos.
 
Descansa en paz, mi querido Eloy, que ya los trabajos de esta vida los pasaste todos. Que bien has merecido la calma después de tanta batalla. Hiciste tantas cosas, te ocuparon tantos oficios, que llenaste de contenido la palabra hombre.
 
Estáte conforme, Eloy, que mucha vida nos dejaste. Tu espíritu será memoria viva en nosotros. Te lo prometo, Eloy.
 
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008

1 comentario:

  1. Recuerdo cuando me ponía goma debajo de los zuecos de madera para que o me resbalara pro las piedras...esu esu esuuu

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